(ANSA) - BUENOS AIRES, 7 OCT - La primavera de las costas patagónicas da la bienvenida a las decenas de miles de pingüinos de Magallanes que, como cada año, vuelven a la región desde las aguas del sur de Brasil, donde permanecen alimentándose entre mayo y agosto.
Comienza así la temporada turística en la reserva de Punta Tombo, la más grande de las aproximadamente 60 colonias de pingüinos de Magallanes que pueden encontrarse en las costas patagónicas.
Se estima que se concentran allí alrededor de medio millón de pingüinos, entre ellos unas 175.000 parejas reproductivas. En general, vuelven cada año a los mismos nidos -huecos entre el terreno pedregoso protegido por la vegetación del lugar- y, si logran éxito reproductivo, conservan siempre la misma pareja.
Una vez establecidos en el lugar, las hembras ponen dos huevos que serán empollados durante unos 40 días: al nacer las crías, macho y hembra se alternan en la tarea de cuidar el nido y buscar alimentos. Noviembre es el mes de los nacimientos, y en enero los pingüinos comienzan a permanecer más tiempo en el mar, donde deben prepararse para la futura migración del mes de abril, nuevamente hacia las aguas más cálidas del sur de Brasil. Punta Tombo, situada unos 100 kilómetros al sur de Puerto Madryn -el tradicional punto de partida para avistaje de ballenas francas australes entre junio y diciembre- es el lugar de más fácil acceso y mejor infraestructura para conocer de cerca los pingüinos. Para llegar hay que volar desde Buenos Aires hasta Puerto Madryn o Trelew (unas dos horas de viaje) y luego realizar por tierra el resto del trayecto. Abarca más de 200 hectáreas que formaban parte de una estancia y hoy constituyen la parte terrestre de una reserva que también se adentra unos tres kilómetros en el mar.
No sólo pingüinos conforman la fauna de esta costa: aquí se pueden observar también numerosas aves marinas, lobos de un pelo, orcas y delfines. Además, en la ruta de acceso a Punta Tombo -casi totalmente asfaltada- es común observar guanacos, maras y ñandúes. Pero los pequeños personajes blancos y negros, de andar tambaleante pero increíble destreza al nadar, son los grandes protagonistas. Porque las pasarelas permiten acercarse incluso a pocos centímetros sin perturbar su hábitat ni los nidos de donde se los ve asomar la cabeza con curiosidad.
Sin embargo, la recomendación número uno para los visitantes es no tocarlos jamás pese a la cercanía: por un lado por el riesgo de recibir un inesperado picotazo; por el otro porque un pingüino tocado por una persona podría ser rechazado por sus semejantes.
La visita de Punta Tombo se completa con el centro de interpretación del ingreso, que ofrece un panorama detallado de la fauna patagónica y de los pingüinos de Magallanes en particular, una especie que lleva el nombre del primer europeo que los avistó en la Patagonia, en 1520. ANSA Latina