sábado, 9 de abril de 2016

La hormiga cortadora de hojas de Costa Rica


La diminuta hormiga cortadora de hojas de Costa Rica golpea fuerte. No sólo tiene mucha fuerza, sino que la hormiga también podría ayudar a mejorar el mundo.

Desfilando en largas líneas ejemplares, llevando hojas brillantes verdes de hasta 50 veces su propio peso, las hormigas cortadoras de hojas son un espectáculo común y fascinante de los bosques de Costa Rica.

Su sociedad jerárquica está solo en segundo lugar, en complejidad, después de la humana. Por ello científicos de varios países estudiaron sus habilidades extraordinarias en gran detalle para aprovechar sus aplicaciones potenciales, por ejemplo en la producción de combustible.

Estos pequeños animales, conocidos localmente como zompopas, nos ofrecen muchas lecciones, pero para los agricultores en Costa Rica y en otros lugares en los Estados Unidos y Brasil, son, primero y ante todo, una plaga y una amenaza para sus medios de vida.

Pero no son su “plaga común”, dice Adrián Pinto, de la Universidad de Costa Rica, uno de los expertos en hormigas más importante del país. Hasta siete millones de hormigas pueden vivir en sus colonias bajo tierra, y su reina puede producir hasta 2.000 huevos en una hora, lo que demuestra la resistencia de las hormigas a los pesticidas y a los antiguos métodos de aplastarlas.

“Indudablemente queremos saber cómo controlarlas”, dice Pinto. “Pueden defoliar un árbol en una noche. Son muy voraces”.

Sin embargo, el enigma de cómo controlar una plaga que se alimenta de una variedad de diferentes cultivos se está intensificando en un país que depende fuertemente de la agricultura pero a su vez es conocido en todo el mundo por sus políticas medioambientales progresistas.

“Es una paradoja con la que vivo cada día”, dice Pinto. “En Costa Rica está prohibido usar prácticas medioambientales nocivas de fumigación de cultivos con pesticidas... Las plantaciones de naranjos han sido abandonadas porque están demasiado cerca de los parques nacionales”.

Pinto es miembro clave de un proyecto que además de ayudar a los agricultores a aprender cómo controlar las colonias, también enseña a las futuras generaciones qué se puede aprender de las hormigas.

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El rancho ‘La Anita' se enclava en el campo frondoso entre los volcanes de Miravalles, Rincón de la Vieja y Santa María en el noroeste de Costa Rica. Se trata de una finca donde las familias locales practican la agricultura de subsistencia. También alberga periódicamente seminarios y cursos de investigación científica dirigidos, entre otros, a estudiantes de secundaria de los Estados Unidos. La iniciativa “Experiencia de Investigación Científica de Costa Rica”, está dirigida por de Semillas para el Cambio, una organización sin ánimo de lucro situada en Minnesota que pretende mejorar las habilidades científicas con la investigación práctica sobre el comportamiento de las hormigas.

La iniciativa no solo ha ayudado a los administradores de la finca, Pablo Céspedes y su mujer Ana Pérez, a crear un centro de ecoturismo sino que también ayuda a mitigar la amenaza que suponen las hormigas para los campos de cacao de su extenso rancho.

“Una de las cosas que hemos aprendido es que una vez que llegas hasta la reina y la matas, es el final de ese nido de las hormigas cortadoras de hojas”, dice Cépedes.”No hay manera de remplazarla. Las hormigas no tienen libertad, todas han nacido para hacer un cierto trabajo y son todas estériles... En muchos sentidos es la sociedad comunista perfecta”.

“Es una manera mucho más respetuosa con el medio ambiente de matar a las hormigas que empapar los cultivos de pesticidas y fungicidas”, dice Céspedes.

'Superorganismos'

Los niños que visitan ‘La Anita' en el marco del programa de Semillas para el Cambio ayudan a excavar las colonias de hormigas y establecen sus propios experimentos relacionados con las hormigas. La organización es una idea de John Doleman, quien durante el tiempo que trabajó en el programa espacial de los Estados Unidos, empezó a lamentar la escasez de nuevos científicos que provienen del sistema de educación.

Dice que la hormiga cortadora de hojas, algunas de cuyas 47 especies conocidas han existido por más de 12 millones de años, proporciona el estudio de campo perfecto.

“A estas hormigas se les llama un “súper organismo” porque pueden hacer muchas cosas que los seres humanos no pueden y hacen esas cosas tan bien que son una herramienta perfecta de aprendizaje”, dice. “Una vez los niños están en el bosque y pasan al trabajo, se sienten completamente comprometidos y motivados a trabajar en un problema real”.

La capacidad de las hormigas cortadoras de hojas para degradar la biomasa y cultivar su propio jardín de hongos para alimentar el nido, es una gran fuente de interés tanto para los niños como para los científicos.

Aunque el hongo de la hormiga es vulnerable a otros organismos parasitarios, las hormigas hembras son capaces de neutralizar esto a través de una bacteria particular producida en su propio cuerpo. Esta capacidad de actuar como un químico natural ofrece a los científicos e investigadores un campo de posibilidades, por ejemplo ayudar en la búsqueda de nuevos antibióticos.

“Estas hormigas son una autoridad en microbiología”, dice Pinto. “En casi todos los países desarrollados hay grupos que están llevando a cabo investigaciones sobre cómo podrían aplicarse sus capacidades”.

Un buen ejemplo de ello, es una investigación que se lleva a cabo en los Estados Unidos. Científicos de la Universidad de Wisconsin, inspirados en la hormiga cortadora de hojas brasileña, están estudiando cómo las diminutas criaturas podrían contribuir al desarrollo de la bioenergía y los biocombustibles.

Cualquiera que haya sido mordido por una hormiga cortadora de hojas puede dar testimonio del gran efecto que pueden tener a pesar de su modesto tamaño. Ahora parece que ayudar a combatir el cambio climático podría añadirse pronto a su conjunto de habilidades.