En Angola es posible encontrar el antílope sable gigante por todas partes, en los sellos o en los pasaportes, como símbolo nacional que es. Sin embargo, a duras penas se puede observar este animal en su hábitat natural.
En la actualidad, sólo quedan cien antílopes sable gigantes en estado salvaje en Angola. Esta cifra es alarmantemente baja desde cualquier punto de vista, pero más, si cabe, en relación con el significado casi místico que posee el animal para el país.
Originalmente descubierto a principios del siglo XX, el antílope sable destaca por su belleza y sus elegantes y largos cuernos, ligeramente curvados. Con el tiempo, matar esos animales se convirtió en una especie de tabú cultural, lo que no significa que no se haya hecho.
Los esfuerzos de conservación, por lo tanto, se iniciaron poco después de su descubrimiento en la década de 1920, cuando aún alrededor de 2.000 ejemplares poblaban el país. Los esfuerzos por proteger al animal continuaron a lo largo de todo el siglo pero fueron difíciles de mantener durante las casi tres décadas de guerra civil que asolaron al país. La gente necesitaba comer y cazaba lo que se encontraba, también antílopes.
En 2002, cuando terminó la guerra, no mejoró la situación para esta especie. Los seres humanos comenzaron a establecerse en los hábitats naturales de estos majestuosos animales. Los antílopes se convirtieron así en presa fácil para una población hambrienta y esto consolidó su extinción.
"Los tres o cuatro años después de la guerra fueron probablemente los peores para el antílope gigante", afirma Pedro Vaz Pinto, biólogo conservacionista del Grupo de Campo Angola. "La prioridad en ese momento no era el medio ambiente, como es comprensible", añade el ecologista.
Cría difícil
Fue durante ese tiempo cuando Vaz Pinto comenzó su difícil tarea. Así buscó el antílope gigante, que muchos creían ya desaparecido. Para ello instaló cámaras en el Parque Nacional de Cangandala, situado en el norte del país y comenzó un tiempo de espera, que duró más de un año. Finalmente en 2005, fue capaz de publicar las primeras fotos, que demostraban que la especie había sobrevivido. Sin embargo, no todo fueron buenas noticias: los nueve ejemplares descubiertos eran hembras. "Se mezclaron con otras especies por desesperación y estaban dando lugar a híbridos extraños" cuenta Vaz Pinto. "La extinción estaba teniendo lugar”, afirma.
En 2009, inició un programa de cría en cautividad. Para ello se llevó a los nueve ejemplares hembra junto con algunos machos que había encontrado en la Reserva Natural Luando Strict, en el este de Angola. Desde entonces, su programa de cría ha incrementado la población de antílopes sable a cien. Muchos de los animales portan transmisores GPS o collares con sensores, que transmiten información a los investigadores para conocer mejor los hábitos diarios de esta especie.
El programa de cría cuenta con el apoyo de la Fundación Kissama. La organización ecologista se financia con los ingresos de la petrolera estatal angoleña Sonangol. Desde que Vaz Pinto trabaja con Kissama, él y sus colegas han sido capaces de formar a la población local como pastores para la conservación de los hábitats de los grandes antílopes. El proyecto en el Parque Nacional de Cangandala ha tenido tanto éxito que el Ministerio de Medio Ambiente de Angola se ha hecho cargo de la formación y ha promovido el ascenso de los pastores a guardabosques.
No obstante, a pesar de las muy prometedoras medidas llevadas a cabo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) todavía clasifica la situación de los antílopes gigantes, en su Lista Roja, como especie en peligro crítico de extinción.
La culpa es de la carne de animales salvajes
Este estado se debe principalmente a la reciente aparición del comercio de carne de animales salvajes, o carne de caza. Vaz Pinto la describe como una industria comercial, bien organizada y altamente ilegal.
"No estamos hablando de poblaciones pobres o niños que mueren de hambre, sino de personas en motocicleta y con armamento militar, que están a la caza durante semanas", explica Vaz Pinto. Y añade: "el antílope no es su prioridad pero es una víctima indirecta".
Los transmisores, con los que están etiquetados los antílopes gigantes, permite a los guardabosques identificar los abrevaderos preferidos de estos animales. De este modo, los ecologistas son capaces de eliminar algunas de las trampas colocadas por los cazadores furtivos. Uno de cada cinco antílopes ha sufrido lesiones graves por tales trampas. Por el momento no se prevé una mejora de la situación.
"La carne de animales silvestres es un gran problema en África Occidental y Central", explica Dan Bucknell, director general de la organización ecologista Tusk (http://www.tusk.org/index/us). La cuenca del Congo es el epicentro del problema. Cerca de seis millones de toneladas de carne de caza son extraídas de aquí cada año.
Según Bucknell, la demanda es mayor en las grandes ciudades, entre quienes han perdido sus lazos con el pasado rural y desarrollan un deseo de consumir carne silvestre como una manera de regresar a sus raíces. “Es una crisis que probablemente seguirá creciendo a medida que los bosques sean más abiertos y accesibles a los cazadores y comerciantes”, explica Bucknell. De hecho, los bosques cada vez son más accesibles para el ser humano. En el futuro, éste podría ser el mayor problema para el antílope sable.
Durante los últimos cinco años, se ha especulado una y otra vez sobre el inicio de la extracción de diamantes controlada por el estado en la Reserva de Luando. Aunque este tipo de explotación en realidad es menos perjudicial para el medio ambiente, Vaz Pinto teme por sus antílopes. Cree que habrá mineros que dependerán del suministro local de alimentos. Así, algunos proveedores y comerciantes ofertarán probablemente carne fresca del bosque.