SÍDNEY (Reuters) - Un grupo de científicos está recurriendo a drones para analizar el chorro de agua que expulsan las ballenas, recolectando muestras de los fluidos exhalados por estos grandes mamíferos con el fin de examinar su salud.
La investigadora marina Vanessa Pirotta, de la Universidad Macquarie de Sídney, dice que por primera vez se ha utilizado un avión no tripulado para recolectar mucosidad de ballenas jorobadas en el mar, con una técnica que podría ayudar a controlar la salud de este animal en todo el mundo.
“Estamos recolectando (...) la columna visible de agua que sale del orificio de la ballena, cuando llegan a la superficie para respirar”, dijo a Reuters Television.
“Esta forma de trabajo puede, en última instancia, permitir una mejor comprensión de los patrones y los factores que contribuyen a la aparición de enfermedades en poblaciones en estado salvaje”, afirman Pirotta y ocho coautores en un artículo publicado en Virus, una revista online de libre acceso.
Los científicos recolectaron muestras de 19 ballenas jorobadas durante la migración anual de 2017 desde la Antártida al norte de Australia, agregaron.
El vapor de agua se recolecta en una placa de Petri unida a la parte superior de un dron cuadrirrotor, con una tapa abatible que abre el piloto de la nave cuando el drone vuela sobre la ballena.
El método es menos invasivo que usar un bote para acercarse y recolectar muestras con una vara, según Pirotta, y representa un avance respecto a las técnicas pasadas que dependían de las muestras de las ballenas varadas o de las que se mataron con ese propósito.
El vapor de ballena recolectado por un avión no tripulado contiene ADN, proteínas, lípidos y bacterias.
“Podemos recolectar bacterias, en mi caso, para observar los tipos de bacterias que viven en los pulmones de las ballenas para una evaluación de su salud”, dijo Pirotta.
De esta manera, los drones sirven como un sistema de detección de alerta temprana para vigilar posibles cambios en la salud de las ballenas.
“Podemos adaptar este método a otras poblaciones de ballenas en todo el mundo que no se encuentran en tan buen estado, como la ballena franca del Atlántico Norte”, agregó Pirotta.
En 1986 entró en vigor una prohibición internacional de la caza de ballenas, pero Japón, que argumenta que comer ballena es parte de su cultura, dijo el año pasado que reanudará la caza comercial de ballenas desde julio en sus aguas y su zona económica exclusiva. REUTERS
fOTO: Voluntarios intentan ayudar a algunas ballenas varadas en la costa después de uno de los varamientos de ballenas más grande registrado en Nueva Zelanda en febrero 2017. REUTERS/Anthony Phelps.