viernes, 7 de agosto de 2015

Delfínes, muestran emociones entre los de su especie

Regalan ramos de algas cuando cortejan a una hembra, tienen amigos para siempre, y son capaces de aprender otros lenguajes. Es el lado más humano de los delfines, cuya especie mular ya ha sobrepasado al chimpancé como segundo animal más inteligente, todo lo cual se muestra en un asombroso documental realizado por la BBC: "Dolphins Spy in the Pod".

Él le presenta el ramo que ella recoge, ríe ante alguna ocurrencia de su pretendiente, parte de un cortejo que acaba con final feliz. «Nos vemos, te silbo», es posible que se digan al despedirse, o «ya nos encontraremos nadando por aquí». Y es que la escena descrita tiene lugar entre dos delfines de la especie mular, cuyo comportamiento, afirman los científicos, además de dejarles todavía hoy pasmados, corrobora que están mucho más cerca de los humanos de lo que cabría pensar.

También regalan flores
Aunque algunos investigadores restan importancia a este hecho, su cerebro es el segundo más grande de las especies de nuestro planeta después del nuestro, en términos relativos al resto del cuerpo. Han desplazado al chimpancé, que puede alcanzar la capacidad cognitiva de un niño de tres años, a la tercera posición en términos de inteligencia animal. Se ha demostrado que comprenden el lenguaje, y es posible comunicarse con ellos a través de silbidos o símbolos. Más aún, algunos individuos en cautividad han aprendido a responder sí o no a preguntas básicas con un 75% de acierto, se reconocen a sí mismos en el espejo, y lo utilizan para inspeccionar su cuerpo.

Estos y otros aspectos han sido recogidos en un asombroso documental en la BBC. Lo ha realizado la propia televisión británica frente a la costa de Mozambique, con la ayuda de 13 cámaras controladas en remoto y camufladas como tortugas, calamares, o atunes. Si la estrategia ha colado entre los delfines, o también comparten con nosotros el arte de fingir, es otra cuestión.

Seductores natos.
Las flores como táctica de seducción no son una exclusiva humana. Lori Marino, neurocientífica de la Universidad de Emory (Atlanta, EEUU) y experta en el comportamiento de los delfines, ha constatado que antes de iniciar el cortejo los machos pasan horas buscando el trozo de alga más frondoso que ofrecer a su pretendida. Previamente a su entrega, realizan una serie de malabares pasándoselo entre la nariz, las aletas y la cola. Si a la hembra le convence, acepta el ramo, y comienzan los preliminares de hasta una hora para un acto sexual de segundos. La brevedad no extraña, pues conquistan a varias hembras en un mismo día. Son, junto a humanos y chimpancés, una de las pocas especies que practica sexo con otra finalidad que la reproductiva.

Madres ejemplares.
El embarazo de un delfín dura un año, y el parto varias horas. Las crías nacen con la aleta dorsal plegada y de cola. En cuanto la madre rompe el cordón, se dirigen a la superficie donde el recién nacido respirará por primera vez. Las progenitoras acunan y acarician a sus crías como lo hacen las de nuestra especie, y son especialmente protectoras y dominantes durante los dos años que aquellas tardan en emanciparse. Los pequeños aprenden por imitación, replicando los movimientos de la madre y los sonidos que ésta emite. Esto, opina Marino, demuestra que son animales culturales, capaces de transmitir comportamientos de unos a otros. Asímismo, la progenitora enseña a detectar posibles presas ocultas bajo la arena del fondo marino y a aturdirlas emitiendo sonidos de alta frecuencia.

Amigos para siempre.
Machos y hembras pasan la mayor parte de su vida separados, viviendo en grupos de aproximadamente 30 individuos del mismo sexo. En ellos se traban amistades que duran para siempre; de hecho, la mayoría de los delfines tienen un mejor amigo que le apoya en momentos de peligro, cuando está dando a luz, y hace las veces de padrino o madrina de sus crías. Estudios de la Universidad de Chicago han comprobado asímismo que pueden recordar a antiguos compañeros de grupo y sus silbidos característicos incluso tras dos décadas sin haberse visto. Cuando son jóvenes, los delfines se mueven juntos como cualquier grupo de adolescentes, retándose, armando jaleo y rondando a las hembras. A medida que se hacen adultos -20 años- a menudo abandonan el grupo en busca de tranquilidad.

Balbuceos y advertencias.
Como los humanos, los delfines tampoco aprenden a comunicarse de un día para otro. Su lenguaje está compuesto de silbidos y clics que realizan abriendo o cerrando los espiráculos, agujeros por los que respiran. Durante el proceso de aprendizaje elegirán su propio nombre en forma de silbido característico. No es éste el único medio que utilizan para comunicarse: a través del espiráculo crean burbujas con las que, amén de jugar, pueden indicar enfado o alegría, haciéndolas más grandes o más pequeñas. Recogen conchas y piedrecitas, y se las regalan a sus compañeros en una pauta de comportamiento que los científicos aún no han podido descifrar.

Pienso, luego me aburro.
El ser uno de los animales más inteligentes del planeta hace que también se aburran con facilidad, razón por la que podemos verlos con frecuencia echando carreras a embarcaciones, no importa su tamaño. También están considerados los mejores surfistas, y alcanzan una velocidad de nado de casi 60 kilómetros por hora. Así, pueden llegar a saltar hasta 4,5 metros sobre la superficie del agua, lo que hacen no sólo para alardear, sino también para ver lo que tienen por delante.

Sonrisa ambigua.
Como en los humanos, apunta Denise Herzing, bióloga y directora del Wild Dolphin Project, los ojos del delfín pueden reflejar sorpresa, escepticismo, inseguridad o curiosidad. Pero atención con esa pretendida eterna sonrisa, propia simplemente del diseño de sus mandíbulas: si abre la boca y enseña los dientes no está profiriendo una carcajada, sino dando una señal de advertencia. Si además arquea el cuerpo, cual gato, se está preparando para pelear. Son, además, presumidos: su piel reluce porque, entre otras cosas, se exfolian. Para ello se rozan contra corales en lugar de utilizar la ayuda de otros animales. Ahora los rusos pretendieron que fuera un delfín el que llevara la antorcha olímpica en la inauguración de los Juegos de Sochi. Tienen cabeza para ello, y corazón de seductor.
EL MUNDO